Desde las primeras horas de este sábado, una sorpresiva lluvia inundó las calles de la capital hidalguense; apenas clareaba y aunque el sol aún no mostraba sus colores, ni la llovizna ni el frío detuvieron a cientos de integrantes de las comparsas provenientes de todos los rincones de la entidad, que formaron parte de la décima edición del Carnaval de Carnavales.
Y aunque el descenso inesperado de la temperatura tomó a los pachuqueños por sorpresa, alrededor de las 10:30 horas, el desfile comenzó cuando los vistosos trajes, las bandas de viento y la alegría que caracteriza esta gran fiesta, se abrieron paso por las principales calles del centro de Pachuca.
Presurosa, la gente se unió al festejo a medida que eran atraídos también por los sones de los tríos huastecos y el grato recuerdo de las raíces profundamente indígenas que la mayoría de los habitantes de la capital del estado comparten con sus ancestros.
Este año, al menos 26 municipios -incluidos cuatro de Tlaxcala y dos de Veracruz, ambos invitados de honor-, se dieron cita para mostrar lo más representativo de sus carnavales, lo rico de su gastronomía, pero sobre todo, la alegría de su gente, orgullosa de sus tradiciones, lo que permitió apreciar todo el folclor y esplendor de cada grupo.
En la Plaza Juárez, la lluvia permitió una tregua, mientras la comparsa de Metepec sacudió el frío a los asistentes al ritmo de la banda, donde además se pudo apreciar el esmero y cuidado que los danzantes ponen en sus trajes, al portar enormes penachos de colores, pecheras y adornos que recuerdan las profundas creencias religiosas e indígenas de esa región.
El desfile, que incluyó el primer cuadro de la ciudad, sorprendió a los más distraídos, quienes se apresuraron a llegar a plaza sin saber si aquello terminaba o comenzaba, pero igual disfrutaron de una amplia variedad gastronómica que se ofreció para la ocasión, entre aplausos y un ambiente festivo.
Los comales, ya bien calientitos, comenzaron a repartir tlacoyos de masa negra, gorditas de gualumbos provenientes de Actopan, quesadillas de tortitas de camarón, tinga, alambre, huevo en guajillo acompañadas de una buena salsa de semillas con cacahuates y arándanos.
Además, tostadas de maíz criollo, tacos de jabalí, zacahuil, tamales, los clásicos guajolotes de Tulancingo, y hasta las enmoladas de Tasquillo, cuyo característico sabor proviene precisamente del sabor que le otorgan los manantiales al chile de esa zona.
Y para los de paladar más dulce, el clásico café de olla con piloncillo, hizo una perfecta combinación con los buñuelos y el pan de nata de Tizayuca, las galletas de mezquite del Valle del Mezquital, y el jarabe de xoconostle, de esa misma región.
Los más osados, se atrevieron a probar los sabores del helado de Tecozautla, mientras que para otros, la opción fue tomarse un carnavalito de Nopala de Villagrán, o un curado de guayaba, café, mazapán, o el clásico pulque natural, del municipio de Epazoyucan.
Otros tantos, apreciaron las artesanías, que este año mostraron una gran variedad de bordados provenientes de Chilcuautla y Tenango de Doria; elaboradas máscaras de Eloxochitlán, piezas de obsidiana, trabajos en concha, hueso, madera y un sinfín de bellas piezas, producto del enorme talento de los artesanos de cada una de las regiones de la entidad.
La fiesta parecía no tener fin, las familias iban y venían de un lado al otro, riendo, comiendo y pidiendo selfies a los personajes con máscaras, cuernos y hermosos vestidos pintados a mano, mientras cargaban en hombros a los más pequeños para que pudieran apreciar mejor cada baile. Todos se dejaron envolver por los sones de carnaval, y la lluvia nuevamente comenzó, la mayoría corrió a resguardarse de la lluvia y así, con la panza llena y el corazón contento, terminó esta edición del Carnaval de Carnavales en la capital del estado.