Diplomacia bananera

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A la perorata bananera de Donald Trump, una respuesta de su mismo tamaño

A la perorata tuitera de Donald Trump, relativa a imponer aranceles del 5 por ciento a los productos importados desde México, Andrés Manuel López Obrador respondió con una carta que, por su contenido, va dirigida al mandatario estadounidense, pero fundamentalmente a los lectores nacionales, de quienes espera su pronunciamiento polémico —a favor o en contra— lo que de suyo constituye una estrategia de distracción, que pretende ponderar la forma sobre el fondo.

Cuando el jefe del Estado Mexicano expresa: “no quiero la confrontación” y “recuerde que no me falta valor, que no soy cobarde ni timorato”, en realidad pretende fortalecer un discurso personal de heroísmo, que no tendrá ningún efecto ante el presidente estadounidense, pero que inflama su figura de líder carismático entre sus seguidores, poco propensos a realizar un análisis crítico de sus dichos.

En el escrito de marras, no hay una sola alusión al marco legal prevaleciente en la relación comercial con Estados Unidos, ni a las propias limitantes jurídicas que tiene Donald Trump para imponer aranceles comerciales a su arbitrio.

Esa fundamentación fue reemplazada con una narrativa superficial y anodina relativa a las “excelentes” relaciones diplomáticas entre Benito Juárez y Abraham Lincoln o entre Lázaro Cárdenas y Franklin Delano Roosevelt, como si al actor secundario en la película Mi pobre angelito le interesara en lo más mínimo la historia de su propio país.

El único elemento de peso realmente dirigido a Donald Trump es la puntualización de que “estamos cumpliendo con nuestra responsabilidad de evitar, en la medida de lo posible, y sin violentar los derechos humanos, el paso [de los migrantes] por nuestro país”, con lo que busca informar —sin decirlo con precisión— que México está cumpliendo con los dictados relativos a la política migratoria que Estados Unidos le ha impuesto, como en su momento lo hizo con el Consenso de Washington o la «certificación» antidrogas, en la época de Ronald Reagan en 1986.

El quid de la propuesta lopezobradorista al gobernante estadounidense tiene dos elementos: “profundizar en el diálogo” y “buscar alternativas de fondo al problema migratorio”, dos generalizaciones sobre las que no expresa mayores datos. Sobre la primera, sólo se limita a pedir que se reciba a los representantes del gobierno mexicano “para llegar a un acuerdo en beneficio de las dos naciones”. Sobre la segunda, nada.

Ante la evidencia histórica de la violación a los derechos humanos por parte del gobierno gringo, es claro que poco menos que nada le importa a Donald Trump ir dejando “chimuelos o tuertos” por el mundo, si con ello alcanza sus objetivos económicos y electorales y —de paso— logra que el gobierno mexicano endurezca su política migratoria, por más que López Obrador se afane en señalar que lo hace sobre la base de los derechos fundamentales “proclamados” por Roosevelt.

@gomezvives

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